Reinterpreta tu realidad

ATRÉVETE A ENCONTRAR LAS DIFERENCIAS
 EN LOS SIGUIENTES DOS PÁRRAFOS.  1. No quiero mentir, no hacemos las cosas tan mal. Lo único, es que tenemos la costumbre de no decir lo que queremos decir y la manera en la que nos expresamos no es tan inadecuada. Sin engañarnos, no es tan fácil salir de la dificultad de la comunicación. No es más difícil que entender el modelo mental y no pasar por alto el sistema de creencias desde el que nos movemos y pronunciamos. No hay otro responsable que el inconsciente. Una y otra vez no sabemos cómo transmitir las ideas y mensajes para que no pierdan efectividad y por ello no logramos las metas de entendimiento y acción. No es tan complicado lograrlo, la dificultad pasa por no ser muy pesimista al respecto. No es cuestión de algo superfluo, al contrario, es algo a lo que no le podemos quitar la atención ni un minuto. DICHO EN OTRAS PALABRAS…  2. A decir verdad, hacemos las cosas bastante bien. Lo único que falta es la práctica de decir lo que queremos decir y que la manera en que nos expresamos sea la adecuada. Siendo honestos, es bastante fácil adentrarnos en la complejidad de la comunicación. Es tan fácil como entender el modelo mental y estar atentos al sistema de creencias desde el que nos movemos y pronunciamos. El único responsable es el inconsciente. Una y otra vez podemos lograr la manera de transmitir las ideas y mensajes para que conserven supefectividad y así lograr las metas de entendimiento y acción. Lograrlo es más sencillo de lo que parece y la solución pasa por ser más optimista al respecto. Se trata de algo profundo, así es, es algo a lo que le debemos prestar nuestra atención y el tiempo necesario. COMUNICAR Y LIDERAR DESDE LO POSITIVO. Verbalizar en positivo lo que verdaderamente queremos decir, y poner el acento actitudinal en nuestras acciones, pasa por desarrollar una nueva perspectiva y alojarla en el inconsciente. La inercia de expresión condicionada por el modelo mental que arrastramos fruto de una “mala educación” y la mentalidad “no-negativa” heredada, hace que nos expresemos de forma limitada, lo que condiciona nuestras posibilidades de hablar, transmitir, compartir y emprender acciones como verdaderamente queremos. Cuando damos este paso contribuimos además, a movilizar hacia lo positivo a las personas con las que compartimos el día a día profesional. Quien dice...
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La emoción del enfado

Es bastante frecuente que en programas de coaching, escuelas de negocios, programas in-company, clases magistrales o conferencias, los formadores, coaches o conferenciantes, se refieran a la ira/rabia como una de las emociones básicas, llevando al enfado, el verdadero protagonista del restablecimiento de la dignidad, la rectitud y la legitimidad de la existencia de cualquier ser humano a un lugar en el que pasa desapercibido y es ignorado. Me pasa lo mismo que me pasaba cuando estudiaba marketing y administración de empresas, hace ahora veinte años. En aquella ocasión me dijeron: “la forma más barata de publicidad es el boca-oído”. Carlos, nuestro profesor de Fundamentos de Marketing, insistió un par de veces… ¡¡¡boca-oído!!! …el que diga boca-boca, no sabe de lo que habla ni ha reflexionado nunca sobre el proceso de la comunicación entre personas. El boca-boca lo realizamos exclusivamente en las maniobras de reanimación, sentenciaba con contundencia. La palabra reanimar viene de “re” (volver, otra vez) y “ánima” (alma), reanimar significa volver a poner el alma, devolver el alma al que parece que la ha perdido –está moribundo-. Cualquier emoción experimentada por una persona, le indica que tiene una necesidad o llamada en el alma que debe atender: la “moción”. Esa es la función de las emociones. La tristeza nos avisa de la necesidad de volver al interior (al alma) para amarnos a nosotros mismos y recuperar la sensación de plenitud propia -suele estar asociada a una pérdida-; el asco nos avisa de la necesidad de rechazar algo tras comprobar que nos genera una sensación de desagrado (en el alma) de muy difícil acogida; el miedo es la necesidad de recuperar la sensación de seguridad interior perdida (la del alma) por un acontecimiento externo o por una situación que se escapa de nuestro control; la sorpresa es la necesidad de averiguar más y cómo ajustar nuestra reacción (desde el alma) ante algo inesperado o sobre algo que desconocemos; la alegría es la necesidad de compartir la plenitud y serenidad interior (la del alma) para expandirla a otras personas y, con ello, hacerla mayor y duradera; y, finalmente, el enfado, que es la necesidad de mostrar la incomodidad por una situación o persona que nos genera un desequilibrio de afecto (en el alma) para restaurarlo junto a la dignidad propia perdida. El denominador común de todas estas emociones es la manera en que nos invitan a mirar hacia el interior, a observarnos, a cuidarnos....
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Volver a los valores

Es frecuente en los medios escritos y de antena, en las tertulias y en los foros de todo tipo, escuchar comentarios de que la situación que atravesamos es consecuencia de una crisis de valores. Parece como si los valores hubieran cotizado en bolsa y su precio se hubiera desplomado repentinamente y de forma inexplicable. Además resulta curioso ver que todos los reclamamos como algo que nos perteneció, como algo que fue nuestro y nos los hubieran arrebatado en un descuido. En ocasiones, también tengo la sensación de que estuviésemos esperando a que vuelvan por arte de birli-birloke, así, de repente, como caídos del cielo, sin hacer nada especial más que esperar pacientemente como quien lo hace en la consulta del dentista. Es habitual encontrarnos con artículos, libros, conversaciones informales, encuentros empresariales, actos políticos, reuniones sociales e incluso de familia, en los que se palpa una permanente nostalgia en este sentido: ¡Tenemos que volver a los valores!, ¡Necesitamos recuperar los valores!, ¡Sólo saldemos de esta si volvemos a los valores! …y llegados a este punto se me dispara una pregunta ¿pero dónde están? Reflexiono si verdaderamente sabemos de qué estamos hablando, qué estamos reivindicando y a qué nos debemos atener para recuperarlos, rescatarlos y volver a tenerlos en nuestro día a día. La primera pregunta que deberíamos hacernos es si somos capaces de tomar conciencia de lo que implica “Volver a los Valores”, qué nivel de compromiso a nivel individual nos requiere este deseo que parece profundo, y qué papel activo estamos dispuestos a desempeñar cada uno de nosotros en esta recuperación. Quiero recordar una expresión muy especial que todos hemos empleado en algún momento de nuestras vidas: “Palabra de Honor”. Dar nuestra palabra de honor significaba que ponías el honor de tu persona como garantía o aval de lo que estabas diciendo y/o haciendo. Era una buena forma de decir: “si falto a mi palabra, mi honor quedará quebrado, mi credibilidad rota y ya no seré confiable”. Junto a la palabra de honor, estaban siempre estrechamente vinculados valores como por ejemplo laintegridad, la lealtad, el compromiso y, por encima de todos ellos, la limpieza de intención en todo lo que hacíamos.  Sin embargo, hoy día, dices palabra de honor y la mayoría de las personas imaginan un vestido elegante de unas características determinadas. Me atrevo a decir que aunque todos hablamos de valores –tristemente ya no hablamos de honor-...
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Tira del freno de mano

Los que nos dedicamos a este apasionante mundo del coaching, conocemos la importancia que tienen las creencias en nuestras vidas y en las de los demás. Estamos habituados a escuchar, con asiduidad, a nuestros clientes en las sesiones, cuánto les ha limitado mantener tal o cual pensamiento ante determinadas situaciones, pensamiento éste, que les impedía conseguir objetivos que se habían propuesto con anterioridad. Mi reflexión de hoy viene al hilo de un artículo que leí en unas páginas de economía titulado: «Nos programan para ser infelices». Su autor, José Luis Montes, se plantea una creencia, tan extendida como fatua: «el éxito consiste en llegar a lo más alto y ganar mucho dinero». Parece ser que Montes circuló por esa autopista de la vida a gran velocidad, hasta que llegó al convencimiento, que quizás el éxito, está basado en otro tipo de factores que nada tienen que ver con la máxima anterior. Digo circuló por esa autopista, porque gran parte de nuestras vidas pasan así, circulando por carreteras vivenciales a gran velocidad, sin rumbo fijo y sin preguntarnos: ¿qué hago yo aquí?, ¿realmente éste es el camino que quiero recorrer?, ¿he elegido yo algo de lo que me está pasando?, ¿tengo claro que quiero llegar a esa meta?, ¿para qué recorro este camino?, etc. La pregunta en coaching es vital y sin ella no hay coaching, no hay reflexión y no hay destino prefijado. En ocasiones las creencias nos llevan a pasar por la vida sin hacernos este tipo de preguntas y si tenemos suerte y aparece alguien que nos haga reflexionar… digo, si tenemos suerte… igual también tenemos tiempo para tirar del freno de mano y cambiar nuestro rumbo, nuestros objetivos, nuestra velocidad y hasta nuestras vidas. Descubrir que hay aspectos más importantes que el lucro, la fama y la posición, es un ejercicio de madurez, de valentía y de humildad. Tomemos pues el volante y reconduzcámonos hacia el objetivo que verdaderamente deseamos. La reflexión nos ayuda a perseguir nuestros sueños, a analizarlos y a desterrar todas aquellas creencias que nos limitan para alcanzarlos. Si no nos hacemos preguntas, otros tendrán las respuestas, pero nunca nunca serán las nuestras. ¿Vamos a desprogramarnos de la infelicidad y vamos a buscar con fe y ahínco lo que realmente queremos? Respondámonos. Josecho Vizcay –...
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Entrena y desarrolla una mentalidad positiva

Han pasado algunos meses desde que en uno de los hoteles más emblemáticos de España, antiguo hospital de peregrinos del siglo XII, tuvo lugar una anécdota de mano de su directora: “Cuando llegué aquí, la cocina del hotel había decaído de forma alarmante. Algún tiempo después, en un encuentro corporativo de altos ejecutivos de la organización, uno de ellos me hizo un comentario un tanto irónico al comprobar que la cocina se había recuperado y volvía a tener los niveles de calidad acostumbrados: “¡Qué bueno está esto! ¿qué habéis hecho, habéis cambiado de chef?”. Con una amable y serena sonrisa, contesté: “No, es el mismo, pero está contento”. -Y añadió- Desde que he llegado, fomento el positivismo en mi gente.   Estar contento: Una de las grandes características de las personas positivas   Cualquiera de nosotros (o bien, cualquier equipo) que tenga un espíritu positivo, es capaz de trabajar mejor y rendir más, incluso aunque el contexto sea adverso. De hecho, uno de nuestros refranes nos recuerda de forma sutil que aplicando “buena cara al mal tiempo”, logramos superar los momentos de adversidad y generalmente, con resultados satisfactorios. Algo de razón tendrá tan veterana voz popular…   En esto coincidimos con el resto de los mortales: todos queremos un ambiente de trabajo positivo en el que podamos obtener y ofrecer lo mejor de nosotros mismos. ¿Para qué? Para poder dar lo mejor de nosotros mismos y hacer que los proyectos empresariales en los que estamos inmersos continúen a flote en medio de la tempestad actual. Si ya es difícil la situación, como para complicarla con negatividad…   Pensemos en algunas situaciones   Cuando vamos a un comercio a comprar algo que necesitamos, o cuando mantenemos un encuentro profesional para abordar un proyecto o alguna labor comercial, ¿qué actitud y mentalidad preferimos encontrar en las personas con las que nos relacionamos? Es evidente que todos deseamos tratar con personas que aportan una perspectiva posibilista y optimista; alguien que, entre “verlo imposible” (considerarlo imposible) y “ver lo posible” (considerar nuevas posibilidades), se incline permanentemente en “verlo posible” (considerarlo posible). Ejercer nuestro positivismo puede marcar la diferencia tanto en una relación comercial, como en una negociación o en cualquier tipo de conflicto / situación.   Lo mismo nos sucede cuando estamos entre amigos: tendemos a dejar de lado a aquella persona negativa y tendemos a aliarnos a aquellas que nos hacen ver...
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La auto profecía

Queremos compartir contigo una historia que puede conozcas. Nos la envió una gran amiga, y es muy ilustrativa de cómo la “mentalidad de crisis” nos envuelve y nos dejamos llevar por el lado derrotista de la situación, adoptando actitudes victimistas, en vez de reaccionar por el lado responsable y entusiasta para enfocarnos a la oportunidad. En ocasiones nos falta saber mirar hacia adelante con coraje y autoconfianza. La historia dice así: Había una vez una persona que vivía al lado de una carretera donde vendía unas ricas albóndigas con pan. Estaba muy ocupado atendiendo su negocio y por lo tanto no oía radio, no leía los periódicos ni veía la televisión. Como el negocio marchaba bien, alquiló un trozo de terreno, colocó una gran valla y anunció su mercancía gritando a todo pulmón: ‘Compren deliciosas albóndigas calientes’. Y la gente se las compraba. Aumentó la adquisición de pan y carne. Compró un terreno más grande para ampliar las posibilidades de su negocio, y trabajó tanto que dispuso que su hijo dejara la Universidad donde estudiaba Ciencias Comerciales a fin de que le ayudara. Sin embargo, ocurrió algo muy importante; su hijo le dijo: «Viejo, ¿tú no escuchas la radio, ni lees los periódicos, ni ves la televisión…?.Estamos sufriendo una grave crisis. ¡La situación es realmente mala; peor no podría estar!». El padre pensó: ‘Mi hijo que estudia en la Universidad, lee los diarios, ve televisión y escucha la radio, debe saber mejor que yo lo que está pasando…’ Redujo entonces la compra de pan y carne, quitó la valla anunciadora, dejo el alquiler del terreno con el fin de eliminar los gastos y ya no anunció sus ricas albóndigas con pan. Y las ventas fueron disminuyendo cada día más. «Tenías razón hijo mío», le dijo al muchacho. «Verdaderamente estamos sufriendo una gran crisis». MORALEJA: Dejemos de hablar de crisis. Hablemos sólo de establecer buenas relaciones, hacer buenos negocios, buenos trabajos y buenas tareas. Si nos programamos para fracasar, fracasaremos. Si nos mentalizamos para ganar, ganaremos. Es una simple elección personal. «Para ser exitoso no tienes que hacer cosas extraordinarias. Haz cosas ordinarias, extraordinariamente bien». ¿Qué eliges tú? …tú decides. Además, te proponemos que te fijes un poco en tu manera de pensar tomando esta observación como referencia: «Las mentes brillantes manejan ideas, las mentes corrientes hablan de actualidad y las mentes mediocres hablan de los demás», …¿con qué mente te sientes más identificado/a?, ¿cuántas veces hablas...
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