«IF», de Rudyard Kipling («Si» condicional)

Cuando tenía once años, mi madre me regaló una de las piezas literarias que más me ha ayudado a lo largo de toda mi vida y que aún lo sigue haciendo. La escribió el británico Rudyard Kipling, autor de «Kim, el Libro de la Selva» y Premio Nobel de literatura en 1907. Una poesía que se la dedicó a su hijo, quien había sufrido una gran decepción en el colegio. Recuerdo como si fuese ayer, la emoción en su mirada y las palabras con que mi madre me entregó el texto: «Hijo mío, esta poesía es como una receta que te mantendrá derecho, pegado a los valores y con la actitud adecuada para afrontar todas las situaciones que atravieses en tu vida. Espero que te sea tan valiosa como el cariño con el que te la entrego». Después me dio un beso y me deseó buenas noches. Más de treinta años después, reconozco que me ha servido en muchas ocasiones como salvavidas emocional y actitudinal ante los muchos momentos adversos y favorables que he vivido. ¡Gracias Madre! Hoy quiero compartirla contigo, por si te inspira, por si te resulta de utilidad, por si te sirve para aferrarte a un salvavidas que más bien podría ser un salva almas.  Creo que todos necesitamos de una guía vital para mantener el rumbo dentro del frenetismo en el que vivimos. (Traducción que realicé de la forma más literal que he sido capaz para que conserve todo su sentido). Si… Si puedes mantener la cabeza fría cuando todos a tu alrededor pierden la suya y te hacen culpable; Si puedes creer en ti mismo, cuando todos los que te rodean dudan de ti y, aun así, dejar espacio para sus dudas; Si eres capaz de esperar sin desesperar, o que mientan sobre ti y no entrar en la mentira, o ser odiado y no devolver odio; Si eres bueno, y no finges ser mejor de lo que eres; si al hablar no exageras lo que sabes y quieres; Si sueñas, y los sueños no te esclavizan; si piensas y rechazas los vanos pensamientos; Si tropiezas con el triunfo o la derrota, y sabes tratar a esos dos impostores de la misma manera; Si logras que se sepa la verdad que has contado, sin que sea retorcida por los sibilinos para crear trampas de memos; Si puedes ver las cosas por las que has luchado,...
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Liderazgo Ejemplar: ¡Necesitamos voluntarios! ¿Quién se alista?

Poco a poco podemos encontrar más superficie escrita en los periódicos especializados y más entradas en los medios digitales en los que se aborda el tema del Liderazgo Ejemplar. Esto, que sin duda se revela como un indicador esperanzador, es insuficiente mientras las decisiones de las personas que gestionan las áreas de desarrollo y formación de las organizaciones, muestren escasa acogida operativa. Ahora los profesionales queremos algo más sólido, más tangible, algo que podamos «llevarnos puesto» a todas partes…  Aquí, el liderazgo ejemplar tiene mucho espacio por conquistar junto a los valores humanos. Si bien el liderazgo es una competencia valorada en todo profesional que se precie (recordemos el modelo de gestión por competencias), parece que el Liderazgo Ejemplar todavía tiene mucho espacio que ganar bajo de la piel de las personas y, por consiguiente, en las culturas corporativas. Parecía que el liderazgo consistía en hacer que unos y otros tirasen del carro de proyectos invirtiendo esfuerzo en horas de trabajo para con ello, alcanzar y hacer alcanzar unos resultados medibles en porcentajes o ratios. Algo así como llevar la bandera del equipo y que todos se esfuercen por anotar tantos mientras siguen el camino que traza el abanderado.   Sin embargo, hace falta algo más que enarbolar una bandera (proyecto o equipo concreto) y anotar tantos (lograr resultados), hace falta abordar el plano humano del profesional, el fondo antropológico de su existencia, aquellos planos que le dan sentido a su existencia y a sus quehaceres de trabajo. Reflexionando un poco, nos damos cuenta que nadie puede ser mejor profesional que persona y que el liderazgo ejemplar comienza en la persona y se desborda a todas las facetas de su vida, incluida la profesional. Nunca al revés. Pretender formar líderes sólidos para lo profesional, en lo técnico, el conocimiento, la experiencia y las habilidades, se evidencia inconsistente cuando quitamos de nuestro horizonte la importancia de la dimensión humana de la persona. Cuando un ingeniero, economista, abogado, periodista, militar, creativo, medico, político, aparejador, analista o policía adquiere unos niveles de desempeño elevados y de alto rendimiento, sin duda nos puede llamar la atención, pero cuando su trato, además, destila cercanía, respeto, coherencia, rectitud, actitud y credibilidad, y están a la altura de la humildad del que los despliega con la naturalidad de sus comportamientos, nos arrastra y los queremos en nuestros equipos. En un pasaje del evangelio, encontramos la siguiente afirmación: “No imitéis su conducta,...
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