El examen del triple filtro

En numerosas ocasiones caemos en conversaciones que derivan en críticas, chismorreos, medias verdades, interpretaciones parciales y juicios gratuitos de lo más crueles. Es como si nos convirtiésemos en verdugos e hiciéramos pasar por un tribunal sumarísimo a algún familiar, conocido, amigo o compañero de trabajo. Sin que el acusado tenga posibilidad de defensa, con el comentario que hacemos solemos encender al de al lado, al otro, al de más allá y a un cuarto que, con una aportación extra, agranda la onda expansiva de la ácida opinión que acabamos de lanzar, entrando todos al trapo de un sinfín de críticas sobre una «víctima» acorralada o por lo general ausente. La historia que ahora comparto con vosotros se cuenta de Sócrates y bien la podríamos tener presente en nuestras vidas sobre todo cuando en las reuniones sociales en las que participemos, tengamos la tentación de caer en el juicio fácil, la crítica ligera, el despellejamiento público o la simple «maledicencia» de quien sea, bien en el ámbito privado o en el profesional. La historia dice así: En la antigua Grecia, Sócrates fue famoso por su sabiduría y por el gran respeto que profesaba a todos. Un día un conocido se encontró con el gran filósofo y le dijo: – ¿Sabes lo que escuché acerca de tu amigo? – Espera un minuto -replicó Sócrates-. Antes de decirme nada quisiera que pasaras un pequeño examen. Yo lo llamo el examen del triple filtro. – ¿Triple filtro? – Correcto -continuó Sócrates-. Antes de que me hables sobre mi amigo (familiar o compañero de trabajo) , puede ser una buena idea filtrar tres veces lo que vas a decir, es por eso que lo llamo el examen del triple filtro. – El primero es el Filtro de la Verdad: ¿Estás absolutamente seguro de que lo que vas a decirme es cierto? – No -dijo el hombre-, realmente solo escuché sobre eso y… – Está bien -dijo Sócrates-. Entonces realmente no sabes si es cierto o no. – Ahora permíteme aplicar el segundo filtro, el Filtro de la Bondad. ¿Es algo bueno lo que vas a decirme de mi amigo? – No, por el contrario… – Entonces, deseas decirme algo malo sobre él, pero no estás seguro de que sea cierto. – Pero podría querer escucharlo porque queda un filtro: el Filtro de la Utilidad. – ¿Me servirá de algo saber lo que vas a decirme de mi...
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